Vivimos en una sociedad de consumo en la que nos educan para pensar que debemos consumir cada vez más productos, en búsqueda de la satisfacción personal. La mayoría de la publicidad está dirigida a hacernos creer que más es mejor y que siempre estamos a un producto de conseguir todo lo que queremos.
Estar expuestos a tanta información de este tipo ha generado un fenómeno psicológico conocido como “adaptación hedónica”, a partir del cual podría comprenderse la sensación de insatisfacción que tenemos la mayoría de las personas.
La adaptación hedónica se refiere a la capacidad de las personas para acostumbrarse al placer, provocando que una vez saciado un deseo sientan la necesidad de cumplir otro. Este concepto fue utilizado por primera vez a finales de los años 90 por el psicólogo Michael Eysenck para comparar la gratificación de nuestros impulsos con una rata que corre en una rueda, llamada la rueda hedónica.
Búsqueda constante del bienestar mediante el consumo
Es decir, el ser humano siempre estará en la búsqueda constante de su bienestar mediante el consumo, pero nunca llegará a una meta final. Este es un de los principales reforzadores para la instauración de la adicción; consumo, siento el “placer” del efecto de la sustancia y en cuanto baja o desaparece este efecto repito el consumo para mantener la sensación de placer.
Con la continuidad de estos consumos en el tiempo la persona que sufre la adicción tiene la necesidad de consumir más cantidades y en menos tiempo para sin embargo sentir menos placer, hasta llegar al consumo compulsivo e incontrolado.
Placer efímero
La adaptación hedónica también es la responsable de que el placer sea tan efímero. Cada vez que compramos algo sentimos emoción por la expectativa de lo que haremos con eso, pero en unos minutos el gusto puede terminarse y la necesidad de obtener más regresa.
Para frenar la inercia de la adaptación hedónica y conseguir un cambio en la ruta, se recomienda aprender a disfrutar de lo que ya se tiene en el presente. Recordemos que el consumo se fundamenta en la idea de que nunca es suficiente, así que es mejor olvidar la posibilidad de que el próximo producto nos haga realmente felices, pues la respuesta no se encuentra ahí sino en saber disfrutar de lo que ya tenemos y de lo que ya somos.
Lazos como las amistades, las relaciones de pareja y familia, así como pocas propiedades con las cuales mantengamos una relación saludable, pueden ser suficientes para hacernos sentir cómodos y contentos. La clave está en la forma en que se perciben esos bienes y, mientras se mantenga el agradecimiento y la plenitud, las personas conseguiremos el bienestar integral sin importar cuánto poseamos.
D. Óscar Fidalgo.
Director de Forum Terapeutic Madrid